Como se ha comentado en algunos círculos que la filiación de nuestro Libertador no sería la que tradicionalmente se conoce –sin contradicción desde casi dos siglos-, vale la pena reexaminar el caso, para disipar cualquier duda al respecto, sobre la base de piezas indubitables y coincidentes. La difusión de esa versión que ha tomado estado público, por más que haya sido deshechada por la casi totalidad de nuestra población –de toda proveniencia-, y desde luego, desaprobada por las entidades de mayor relieve, hace que resulte conveniente analizar el conjunto de elementos que ratifican el origen del general don José de San Martín, sin ningún margen para la vacilación. Tras esto, he de analizar el supuesto mérito de la fuente que dio origen a la novedosa sospecha.
Desde antes de cumplirse la primera mitad del siglo XIX, y en vida del propio San Martín, dos escritores que lo trataron de cerca por ser colaboradores en su magna empresa independentista, lo dieron por nacido el 25 de febrero de 1778 en las Misiones jesuíticas: son ellos el diplomático sudamericano Juan García del Río en su Biografía del prócer (1823), y el general Miller en sus Memorias (1829). Desde entonces la fecha fue repetida sin oposición por cuantos se refirieron al Libertador, hasta su propio máximo historiador, don Bartolomé Mitre, en la edición definitiva de su monumental obra (1887)
Mitre no conoció su fe de bautismo, creyéndola perdida: “El pueblo de Yapeyú fue incendiado y saqueado por los portugueses el 13 de febrero de 1817, el mismo día y casi a la misma hora en que San Martín, después de haber ganado la batalla de Chacabuco, entraba triunfante en Santiago de Chile”. Así se supuso desde entonces. No obstante, varios otros documentos fidedignos revelaban que sus padres eran el capitán don Juan de San Martín y doña Gregoria Matorras, y así se divulgó ampliamente. Son ellos, por orden cronológico: su solicitud de ingreso al Ejercito y su foja de servicios, el testamento de su madre, el acta de su propio matrimonio con doña Remedios Escalada, y su certificado de defunción. Para evitar cualquier malinterpretación, conviene transcribir los párrafos pertinentes de los mismos:
1) Ingreso al Regimiento de Murcia, 17898: “Don José Francisco de San Martín, hijo de don Juan, Capitán agregado al Estado Mayor de esta plaza, con el debido respeto dice: Que a ejemplo de dicho su padre y hermanos, cadetes que tiene en el Regimiento de Soria, desea el exponente seguir la distinguida carrera de las armas”.
2) Foja de servicios en el Batallón de Infantería Voluntarios de Campo Mayor, 1804: “Calidad: noble, hijo de Capitán”.
3) Testamento de doña Gregoria Matorras, 1803: “Viuda de don Juan de San Martín, Capitán graduado de Infantería”. “Declaro que del referido mi matrimonio me quedaron cinco hijos, que lo son don Manuel Tadeo, don Juan Fermín, don Justo Rufino, don José Francisco y doña María Elena de San Martín, con los cuales dichos varones, tanto en tiempo de su difundo padre como posteriormente, he expedido yo la otorgante, para su decoro y decencia en la vida militar en que se hallan, varias sumas”.
4) Matrimonio del Libertador, 1812: “Don José de San Martín, teniente coronel y comandante del escuadrón de Granaderos a caballo, natural del pueblo de Yapeyú en Misiones, e hijo legítimo de don Juan de San Martín y de doña Gregoria Matorras, con doña María de los Remedios Escalada, natural de esta ciudad”.
5) Defunción de San Martín, 1850: “Né á Yapeyu, Province de Misiones (Conféderation Argentine), agé de soixante douze ans, cinq mois e vingt tríos jours, veuf de Remedios Escalada, fils du colonel Juan de San Martín, Gouverneur de la susditge Province de Misiones, et de Francisca de Matorras”.
La suma de corroboraciones concordantes no permite dudar de los datos que ellas exponen, salvando el grado militar del padre de San Martín y el nombre de pila de su madre obrantes en el acta de su fallecimiento, por falta de precisión de quien lo comunicó al día siguiente de ocurrido a la falta de precisión de quien lo comunicó al día siguiente de ocurrido a la Municipalidad de Boulogne Sur Mer (el encargado de negocios chileno don Francisco Javier Rosales, quien asistió a su deceso). Todos estos testimonios pertenecían al archivo de San Martín y fueron consultados por Mitre, y actualmente se conservan originales en el Museo Mitre. Fueron publicados textualmente por el Instituto Nacional Sanmartiniano en 1953 en el tomo I de los Documentos para la historia del Libertador general San Martín. En cuanto a la foja de servicios aludida, fue obsequio del Ejercito Español a nuestro país y se exhibe en el museo del Regimiento de Granaderos a Caballo.
Pero además, y como remate, la fe de bautismo del general San Martín también puede transcribirse.
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Toda ciencia se halla en constante revisión, y lo que se conoce en determinado tiempo, es susceptible de perfeccionarse con el hallazgo de nuevas revelaciones. La Historia, desde luego, no escapa a esta regla.
El hecho es que la partida de nacimiento de San Martín –que Mitre creyó destruida en Misiones fue publicada si bien en una revista de poca divulgación, Ensayos y Rumbos, pag 303, en setiembre de 1921. Lo fue por un sacerdote dominico aficionado a los temas del pasado, fray Reginaldo Saldaña Retamar, a quien mucho debe la historia eclesiástica argentina. Este se hallaba, por cierto, completamente al margen de toda otra motivación que no fuera dar cuenta de su hallazgo, toda vez que, por otra parte, nadie discutía el hecho que ahora se confirmaba fehacientemente.
Desde entonces, la comprobación documental de la filiación, lugar y fecha del nacimiento del futuro Padre de la Patria, volvióp a ser exhibida por otros autores que utilizaron el feliz aporte de fray Reginaldo; comenzando nada menos que en la divulgada Revista de Derecho, Historia y Letras que dirigía el doctor Estanislao S. Cevallos, mediante la transcripción efectuada por M. Castro López (tomo 70, pag. 299, año 1921). Y después de éste por varios más, entre los cuales cabe mencionar a Virgilio Martínez de Sucre, La educación del Libertador San Martín al conmemorarse el centenario de su muerte (1950), al especialista en este prócer Alfredo G. Villegas en San Martín y su tiempo (1976), y recientemente la académica Patricia Pasquali en su completa biografía San Martín (1999)