Pacho O´Donell, realiza una mirada poco conocida sobre San Martín,que siendo como nosotros, fue capaz de acciones extraordinarias.
UN SAN MARTIN POCO CONOCIDO
por Pancho O’Donell
Para La Nación
El escudriñar en los aspectos poco conocidos de nuestros próceres los revela como seres que dudan, que se enferman, que se equivocan, que tienen pasiones. Es decir que, siendo como nosotros, fueron capaces de acciones extraordinarias. Eso no los degrada, sino que los enaltece. Pero hay historiadores y otros que ni siquiera lo son, que parecerían solazarse en adjudicarles vicios, flaquezas, traiciones, corruptelas, basados en fuentes documentales de dudosa certitud.
Esto ocurrió con San Martín, que fue denostado con crueldad por sus contemporáneos, lo cual fue uno de los motivos por que vivió sólo cinco años de su vida adulta en su patria. De él se dijo y se escribió entonces que era hijo ilegítimo, mulato, opiómano, corrupto, loco, esposo infiel y desamorado y otras lindezas por el estilo. También Florencio Varela lo acusó de “cobarde” en un diario montevideano por no haber regresado al Río de la Plata para tomar parte de la guerra con el Brasil.
¿Cuáles fueron las razones para tanto menosprecio y tanto injuria?. Don José, por razones patrióticas, se atrevió a desobedecer el obligante juramento con la Logia Lautaro y eso se pagaba muy caro.
El venezolano Miranda, siguiendo instrucciones de Gran Bretaña, había reclutado en la Gran Logia Americana, con sede en Londres, a militares sudamericanos con experiencia adquirida en las guerras europeas. Fue ésa la contribución clandestina de la corona británica al éxito de las revoluciones de las colonias españolas.
San Martín, Alvear, Zapiola, Homberg y otros desembacaron en Buenos Aires luego de atravesar el océano en el navío inglés George Canning. Inmediatamente constituyeron la Logia Lautaro, cuyo propósito era acumular poder para consolidar la independencia del antiguo virreinato y hacer que ella favoreciera los intereses políticos y económicos de la Gran Bretaña.
El gran historiador que fue Bartolomé Mitre obtiene de un general Zapiola ya anciano revelaciones sobre el compromiso secreto exigido por la logia: los hermanos elegidos para una función militar, administrativa o de gobierno debían hacerse asesorar por el Consejo Supremo en las resoluciones de gravedad, y no designar jefes militares, gobernadores de provincia, diplomáticos, jueces, dignidades eclesiásticas, ni firmar ascensos en el Ejército y Marina sin previa anuencia de los venerables del último grado, que serían así el verdadero gobierno del país, tanto más fuerte y temible cuanto que era oculto. Era la ley primera “ayudarse mutuamente, sostener la logia aun a riesgo de la vida, dar cuenta a los venerables de todo lo importante, y (o que aquí nos importa) acatar sumisamente las órdenes impartidas”. En caso de contrariar a la logia, la persecución y el desprecio lo seguirían en los menores actos de su vida, de toda su vida en absoluto e inexorable boicot.
El espíritu del Libertador se inflama patrióticamente poco tiempo después de su regreso a la tierra que abía abandonado a los siete años de edad y ello hace que, inevitablemente, entre en grave y perdurable conflicto con Carlos de Alvear, uno de sus más tenaces detractores, anglófilo impenitente, que logra desplazarlo de la conducción de la sociedad secreta. Entre los “alvearistas” y adeversarios de San Martín, de acuerdo con las confesiones de Zapiola, se encontraban Valentín Gómez, Gervasio Posadas, Juan y Ramón Larrea, Hipólito Vieytes, Bernardo de Monteagudo, Miguel de Azcuénaga, Tomás Guido, Manuel García, Antonio y Juan Ramón Balcarce.
Lo que no se perdona
Su enconado enemigo, Alvear, que disfrutaba desparramando el infundio de que don José era hijo ilegítimo de su padre, don Diego, en un desliz con una indígena misionera, llevó su inclinación por Inglaterra hasta el extremo, algunos años más tarde y ya director supremo, de escribir al embajador lord Strangford que “solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males acogiendo en sus brazos a estas Provincias que obedecerán a su Gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer “.
Nuestro Libertador, en cambio, desobedecerá los dictados de la sociedad secreta en distintas oportunidades. Quizá la más imperdonable fue cuando, estando ya en Chile, se le ordena regresar con su ejército, para defender a Buenos Aires del acoso de los caudillos Ramirez y López. Esto hubiera significado renunciar a la campaña libertadora. De acuerdo con sus oficiales y soldados, en lo que dio en llamarse el Pacto de Rancagua, y con la “complicidad de Manuel Belgrano, que se inmola reemplazándolo con su Ejército del Norte, San Martín desoye las órdenes y continúa su campaña.
La logia jamás se lo perdonará. Tampoco Buenos Aires y su “doctores”, que serán derrotados en Cepeda por las fuerzas federales de Entre Rios y Santa Fe.
Con estas reflexiones pretendo demostrar que lo que se desconoce de nuestra historia no siempre es lo negativo, y que suele suceder que a sus protagonistas, a veces, se los elogía por razones inferiores a los méritos ocultos. Como es el caso de José de San Martín.